VISTAS DE CIUDAD Y PAISAJE, SIGLO XVI


“Entre todos los gozos que el deleitable e
ingenioso arte de la pintura puede ofrecer,
no hay otro que yo estime tanto como
el de la representación de lugares”.

Anton Van den Wyngaerde, 1552






El legado de la Cartografía

El origen de la Chorografía [1], entendida como representación topográfica terrestre, está en el giro de los artistas a la representación realista del entorno. Para comprender el profundo cambio que tuvo lugar en Europa entre el siglo XV y el XVII,  es necesario comprender la explosión cartográfica que se produjo en occidente como consecuencia de varios factores de diversa naturaleza.

El primero de estos aspectos tiene que ver con los avances en navegación, en parte debidos al perfeccionamiento de los instrumentos como la brújula, el astrolabio, la vela latina, etc., pero también al impulso que se dio al comercio marítimo  y a los descubrimientos que estos traerían tras la superación de la navegación de cabotaje. De este modo, se establecen las bases para los modernos estados con grandes posibilidades de exploración y un nuevo instrumento, la cartografía, que se perfila como una herramienta de gran poder para la consolidación de nuevos territorios.

Un segundo aspecto apunta al creciente interés por los textos griegos de Ptolomeo [2] que hunden sus raíces en los desarrollos matemáticos aplicados a la topografía de Al-Battani [3], como soporte teórico de las primeras planimetrías descriptivas como la de Al-Idrisi [4]. Este renovado interés por la antigüedad clásica, que llevó consigo el redescubrimiento de la Geografía de Ptolomeo, hizo posible la aparición de las tabula novae [5], superando los modelos simbólicos heredados de la Edad Media, que hasta este momento presentaban representaciones del mundo cargadas de connotaciones simbólicas y teológicas. El máximo exponente de estos modelos figurativos del mundo son los mapamundi de “T” en “O”, como el mapa de la catedral de Hereford. Su influencia se dejará notar en las primeras imágenes urbanas que se representarán enmarcadas por la forma circular.

Por otro lado, las cartas portulanas, como la Carta de Juan de la Cosa, son herederas de la tradición clásica de periplus [6], pensadas y elaboradas para la navegación por el Mediterráneo, y utilizan una red de rumbos que bien podrían entenderse como un antecedente de las posteriores técnicas triangulación [7].  

De Apiano recibió la distinción entre geografía y cosmografía, de raíz ptoleimaica, considerando la descripción geografía y topografía de las ciudades como algo esencial para alcanzar una descripción científica del territorio. Durante la estancia de Felipe II en los Países Bajos en 1549 conoció la obra de Mercator [8] y van Deventer, ambos al servicio de su padre, Carlos I, así como a Hierónimus Cock y tal vez pudo conocer también los trabajos sobre ciudades o hechos de armas de Antón van den Wijngaerde [9].


Durante aquella estancia en el taller de Amberes hacia 1587, una selección de 15 dibujos fueron copiados por el grabador a un tamaño uniforme de unos 590 a 595 mm de anchura (el doble que los del Civitates), ofreciendo una idea de la magnitud del proyecto de Atlas que se estaba gestando, posiblemente con las descripciones a cargo de Enrique Cock.

La proliferación de imágenes irá en aumento gracias a la introducción de la imprenta. La transformación que sufren los mapas gracias a este elemento de difusión, es múltiple y fascinante, ya que serán considerados bienes de consumo, pero también herramientas de trabajo que facilitarán la consolidación de los modernos estados, perfilándose como instrumentos de utilidad estratégica y militar por parte de los gobernantes.

El impulso definitivo a la Geografía vendrá de la mano de los Austrias, primero Carlos I quién sintió curiosidad por la Astronomía, la Cosmografía y el mundo natural, disciplinas en las que se instruyó con Alonso de Santa Cruz y Pedro Apiano. Posteriormente, esas aficiones serían heredadas, junto con el Imperio, por su hijo Felipe II, quién desde los 14 años recibió instrucción en las disciplinas geográficas, familiarizándose con Ptolomeo y Pomponio Mela, con el Rebolitionibus de Copérnico y la Cosmografía de Apiano.

En un segundo viaje a los Países Bajos en 1556, Felipe II nombraría Geógrafo Real a van Deventer, encomendándole antes de volver a España, en 1559, un estudio cartográfico de las ciudades de Flandes que daría como resultado una serie excepcional de planos de 250 ciudades, como el Plano de la Ciudad de Arras.

Ya en España formalizó su interés por la geografía apoyando el proyecto cartográfico de su padre en manos de Pedro Esquivel [10] y de Felipe de Guevara, cuyos primeros mapas estuvieron terminados hacia 1566, si bien la obra fue concluida por Juan de Herrera.

La obra titulada Relaciones para la Descripción General de España, proyecto iniciado en 1575, a cargo de Pedro Esquivel, Juan de Ovando, Ambrosio de Morales y Juan López de Velasco, tuvo continuidad en otra obra también inconclusa y a cargo de éste último como Cronista Real, Descripción de Las Indias. Para compensar estos proyectos fallidos, Felipe II encargó a otro Cronista Real, Andrés García de Céspedes la redacción de una General Corografía e Historia de España, concluida después de la muerte del monarca.

Otras manifestaciones de su interés por la Geografía son la colección de libros sobre la materia, su apoyo a la edición de nuevos libros o la colección de instrumentos astronómicos, de medición, así como multitud de mapas y vistas topográficas o de ciudades que constituyen su excepcional legado.


Imágenes de ciudades españolas en el Renacimiento

Todas estas consideraciones se inscriben en la corriente cultural de la época, impulsada por el descubrimiento de América, que muestra interés por describir las tierras remotas del Nuevo Mundo, pero también el deseo de conocer mejor los territorios más próximos [11]. En esa línea de gusto por la descripción de los lugares, podemos enmarcar las salas geográficas o galerías de ciudades [12], que proliferan en los palacios renacentistas como expresión del poder ejercido por la monarquía, la iglesia o las grandes familias sobre las estructuras urbanas que resurgen como foco económico de la época moderna.

En España, el Palacio de El Viso del Marqués de Santa Cruz en Ciudad Real, conmemora las victorias navales de Don Álvaro de Bazán con espléndidos frescos que muestran vistas de ciudades del Mediterráneo como Génova, Argel o Milán. Por su parte, la conocida Sala de Batallas del Real Monasterio de El Escorial, muestra escenas bélicas de grandes batallas o conquistas de ciudades, como la Toma de Granada. Decorar las paredes con frescos representando grandes hechos de armas recoge el testigo de esta tendencia artística que además contaría con los mejoras pintores bajo el mecenazgo de Felipe II en su obra arquitectónica más emblemática.

La escasa iconografía histórica de ciudades españolas contrasta con la de otras ciudades del occidente europeo, sobre todo teniendo en cuenta el espléndido momento de la monarquía española, en cuyo Imperio se decía, no se ponía el sol. Los primeros ejemplos los constituyen las simbólicas representaciones de ciudades de Pedro de Medina en su obra titulada Libro de las Grandezas y cosas memorables de España, impreso en 1548 y único caso de un autor español.
Las representaciones más notables se deben artistas extranjeros y pertenecen al Ciutates Orbis Terrarum, obra de Braun, Hogenberg y Hoefnagle en seis tomos editados entre 1572 y 1618, y cuya difusión sería espectacular [13].

La serie de perspectivas de ciudades españolas del siglo XVI, se debe a Anton van den Wyngaerde por encargo de Felipe II y realizada entre 1562 y 1576 [14]. Conservadas principalmente en Viena, Oxford y Londres [15], estos dibujos exhiben una extraordinaria belleza plástica y gran precisión topográfica, en contraposición a la visión etnográfica de los grabados de George Hoefnagle.


La serie de vistas de Wyngaerde, no es iniciativa individual ni fruto del azar sino de expresión por una parte, de las concepciones geográficas de la época y por otra del interés de Felipe II por esa disciplina. Posteriormente influirán en la conocida Sala de Batallas de EL Escorial, cuyos antecedentes podemos rastrear en las descripciones de Argote de Molina, incluidas en el Discurso sobre el Libro de la Montería, del año 1582, cuyo último capítulo se elogia un cuadro con una gran vista de Walcheren en el Mar del Norte firmado por Antonio de las Viñas [16] y ubicado en ese momento en la Casa de El Pardo. Dicho cuadro, también es citado por el viajero alemán Diego de Cuelbis [17] en su relación de las pinturas observadas en la visita al Alcázar o Palacio Real de Madrid en el año 1599.


La última referencia documental o bibliográfica de estas desaparecidas pinturas se debe al cronista madrileño Gil González Dávila en el año 1623 dentro de otra descripción de vistas de ciudades presentes en el alcázar madrileño y recogida en su obra Teatro de las grandezas de la villa de Madrid, Corte de los Reyes Católicos de España, si bien en este caso las atribuye a la mano de Jorge (sic) de las Viñas.La serie de vistas de Wyngaerde, no es iniciativa individual ni fruto del azar sino de expresión por una parte, de las concepciones geográficas de la época y por otra del interés de Felipe II por esa disciplina.

Tras la muerte de Wyngaerde en Madrid en 1571, los dibujos llegaron a parar a la imprenta de Cristophe Plantin, famoso impresor parisino instalado en Amberes. Trasladados por Joannes Mofflin, capellán de la corte de Felipe II, con objeto de publicar un atlas de ciudades españolas que nunca llegó a realizarse, ya que la muerte de ambos entre 1587 y 1589 haría que se perdiese cualquier pista sobre los dibujos.

En opinión de Haverkamp-Begemann, hubiera sido el “atlas de ciudades más avanzado, monumental y homogéneo de la época (…) habría dejado en ridículo“ la obra de Braun y Hogenberg. Estos seguramente se habrían beneficiado de la obra de Wyngaerde a través del conocimiento que de ellas debió tener Hoefnagle, dado que ambos coincidieron en España entre los años 1563 y 1567.

Ya en el siglo XVII disponemos de 86 acuarelas de Pier María Baldi, miembro de la corte de Médicis en su viaje por Europa, con el título Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal (1668-1669)[18].

A mediados del siglo XIX, cuando se renueva el desarrollo cartográfico y se une el de la fotografía, se abre una nueva etapa de la iconografía urbana. El otro hito gráfico reseñable lo constituye la serie de litografías de Alfred Guesdon, grabadas hacia 1853-1855 y publicadas en L´Espagne à vol d´oiseau [19].

Fernando Carlos Díaz Moreno arquitecto
TFM Vistas de ciudad y paisaje de Jerez de la Frontera en el siglo XVI
Master en Arquitectura y Patrimonio Histórico Universidad de Sevilla - I.A.P.H. / J.J.A.A.

REFERENCIAS




[1] Libro de Cosmografía (1548)  Pedro Apiano. Comparación entre Geografía y Chorografía en base a las semejanzas con un rostro humano y sus detalles diferenciadores.
[2] Claudio Ptolomeo  (90 – 108 dC) en su obra Geografía compuesta por ocho volúmenes, elabora unas tablas con las coordenadas de 8000 lugares.
[3] En e s.IX las traducciones árabes de Ptolomeo conservaron la concepción clasica del mundo gracias a autores como Al Musudi, Al-Biruni, Al-Feda.
[4] Al-Idrisi de la escuela de Palermo en la corte de Roger II, trazó en 1154 un mapamundi acompañado de 70 mapas locales que suponen el compendio de conocimientos geográficos musulmanes y cristianos.
[5] La primera edición corregida de la Geografía con las tabula novae fue la de Florencia en 1478, incluyendo cinco cartas corregidas. El origen de estas revisiones y actualizaciones cartográficas  fue el geógrafo danés Clavius, quien hacia 1424 incluyo las costas meridionales de Europa en las ediciones ptolemaicas.
[6] Son textos con detalladas descripciones de viajes con direcciones y rumbos para facilitar la navegación junto con la brújula, introducida desde oriente hacia el siglo XII. Suponen auténticos libros de derrota que incluyen distancias.
[7] Este sistema de triangulación será utilizado posteriormente en la representación del terreno y de la ciudad. La introducción de rosas de los vientos de las que parten líneas de rumbo, formando polígonos que se relacionan entre sí, conforman una geometría sencilla pero precisa de gran ayuda para la estimación de medidas de distancias y duración de los viajes.
Tomado de ARÉVALO Federico, La representación de la ciudad en el Renacimiento. Levantamiento urbano y territorial. Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona 2003, págs. 31-34.
[8] En 1569, Mercator ideó un sistema de representación basado en meridianos y paralelos perpendiculares entre sí, que supone el fin de la representación ptolemaica del mundo y que permanecerá vigente hasta nuestros días. Ya en 1570, Abraham Ortelius, publica su Theatrum Orbis Terrarum con la colaboración de 87 cartógrafos y geógrafos y una importante aportación en cuanto al sistema de representación: los meridianos son rectos y los paralelos curvos cortándose en el ecuador a intervalos regulares.
Consultar ARÉVALO Federico,  La representación de la ciudad en el Renacimiento. Levantamiento urbano y territorial, Op. cit. págs. 44-47.
[9] También podemos encontrarlo como Anton van den Wyngaerde o Antonio de las Viñas.
[10] Pedro Esquivel, profesor de Matemáticas de la Universidad de Alcalá de Henares publicó en 1566 un Mapa de España que se conserva en el Atlas de la Biblioteca de El Escorial.
[11] KAGAN Richard L. (Coord), Ciudades del Siglo de Oro. Las vistas españolas de Anton van den Wyngaerde. Felipe II y los geógrafos. KAGAN Richard L., Ediciones El Viso, Madrid 2008. págs. 41-53 , Ciudades del Siglo de Oro, KAGAN Richard L.,  Op. cit. págs. 69-83. y Las ciudades del siglo XVI y el urbanismo renacentista  MARÍAS Fernando, Op. cit. págs. 85-105.
[12] Como ejemplos europeos podemos citar Villa Farnese en Caprarola, la Villa Belvedere en el Vaticano o los frescos de Lorenzetti en el Palazzo Comunale de Siena: Efectos del buen gobierno, ca 1338-1339.
[13] GÁMIZ GORDO Antonio, Alhambra. Imágenes de ciudad y paisaje (hasta 1800). Capítulo 3. Panorámicas de Granada en la segunda mitad del siglo XVI. Fundación El Legado Andalusí. Granada 2008. págs. 59-75.
[14] El profesor Haverkamp-Begemann editó en 1969 un listado comentado con la colección de vistas de 54 ciudades españolas junto con un profundo estudio en el artículo original The Spanish views of Anton van den Wyngaerde. Master Drawings vol VII num. 4 (1969). págs. 375-399, también incluido en su traducción española en la obra de KAGAN Richard L. (Coord), Ciudades del Siglo de Oro. Las vistas españolas de Anton van den Wyngaerde. HAVERKAMP-BEGEMANN Edgbert. Op. cit. págs. 55-67.
[15]  La catalogación de la obra completa de Wyngaerde se recoge ampliamente en Antoon van den Wijngaerde, pintor de ciudades y hechos de armas en la Europa del Quinientos. Capitulo 3. Ubicación y descripción de las colecciones de dibujos y grabados. GALERA I MONEGAL Montserrat. Fundación Carlos de Amberes – Institut Cartogràfic de Catalonya. Barcelona 1998. págs. 63-68.
[16] Un interesante recorrido por las referencias bibliográficas de la obra pictórica del pintor holandés se ofrece en Antoon van den Wijngaerde, pintor de ciudades y hechos de armas en la Europa del Quinientos. Introducción. GALERA I MONEGAL Montserrat. Op. cit. págs. 31-32.
[17] El manuscrito de Cuelbis es citado por Carl Justi en el año 1888 y se encuentra en la British Library.
[18] Editada por el Centro de Estudios Históricos en dos volúmenes y con el subtítulo: Edición y notas por Ángel Sánchez Rivero y Ángela Mariutti. Madrid, 1933
[19] La colección, editada en París por Hauser y Delarue, cuenta con 24 láminas originales de 16 ciudades españolas que serían elaboradas en base a fotografías tomadas por Charles Clifford en los mismos años y desde un globo aerostático. El tema es estudiado ampliamente por Antonio Gámiz Gordo en Paisajes urbanos vistos desde globo. Dibujos de Guesdon sobre fotos de Clifford hacia 1853-1855. Revista de EGA nº9, (2004). págs. 110-117.


Al Idrisi 1154 Tabula Rogeriana Biblioteca Nacional de Francia Paris