LA MEMORIA DEL PAISAJE






Fig. 1 Libro de Cosmografía. P. APIANO 1548,
Tomado de Felipe II y los geógrafos KAGAN(2008).


Chorografía (…) es la misma cosa que Topografía, la cual se puede dezir traza de lugar, describe y considera particulares lugares por sí aparte, sin consideración ni comparación de sí mesmos, ni dellos con otros. Empero con gran diligencia considera todas las particularidades y propiedades, por mínimas que sean, que en los tales lugares se hallan dignas de notar. Como son puertos, lugares, pueblos, vertientes de ríos y todas las cosas semejantes: como son los edificios, casas, torres, murallas y cosas tales. En fin la Chorografía es pintar un lugar particular, como si un pintor pintasse una oreja, o un ojo, y otras partes de la cabeza de un hombre”
Libro de Cosmografía. Pedro Apiano, 1548.    
 1. BIOGRAFÍA URBANA E IDENTIDAD  TERRITORIAL
La aproximación a los procesos que han configurado la realidad urbana de las ciudades históricas, tiene su punto de partida en el conocimiento profundo de su pasado, es decir, de su historia urbana. La formación y la evolución de nuestras ciudades históricas es fruto de múltiples condicionantes de muy diversa naturaleza que se pueden rastrear en huellas físicas y psicológicas que estos procesos han provocado en el tejido urbano, en su entorno territorial e incluso en sus habitantes y visitantes. No obstante, el propio concepto del fenómeno urbano presenta dificultades a la hora de estudiar su caracterización y definición, dado que la idea de ciudad no es universal y depende de los procesos culturales, evidentes por ejemplo al considerar las diferencias entre urbs, civitas y polis[1].
Si consideramos que en la Antigüedad, para los romanos la urbs era el conjunto de edificaciones y calles, como marco físico donde se desarrolla la civitas, que representaba la realidad social de ciudadanos establecidos en un asentamiento, la polis de los griegos en cambio, sería la unidad político-administrativa resultado de la formalización de fronteras y límites físicos necesarios para la puesta en producción de los territorios. A  esta esencia comercial y política se une el carácter simbólico de poder y de representatividad real, religiosa y civil. La idea de ciudad incorpora y asimila así los múltiples significados y requerimientos asociados a sus habitantes, a sus costumbres y a las circunstancias históricas cuya lenta evolución en el tiempo va formalizando la intransferible identidad local: territorial y urbana.
Este concepto de identidad urbana como ente dinámico síntesis de circunstancias, eventos históricos y características naturales o antropológicas, se materializa en el entorno de un asentamiento urbano. Como consecuencia de la explosión económica y demográfica que supuso el descubrimiento del continente americano en Europa,  durante el siglo XVI se produce un espectacular auge del fenómeno urbano. La exploración de los nuevos territorios, significó un importante desarrollo de las disciplinas geográficas que debían hacer frente a la necesidad de describir las nuevas tierras, sus habitantes y recursos naturales[2]. Paradójicamente, éste interés por la geografía repercutió directamente sobre el viejo continente, ya que con las nuevas rutas comerciales abiertas, también se hizo necesario conocer y asegurar los caminos y puertos de las ciudades que ostentaban el monopolio del comercio transmarino. Las herramientas disponibles para tal empresa, fueron las aportadas desde la Geografía y la Cartografía, es decir, la producción de cartas náuticas, dibujos, mapas y planos, capaces de describir y codificar el territorio de la forma más precisa que fuera posible.
Es entonces cuando proliferan las expediciones de reconocimiento con ejércitos de exploradores y geógrafos, armadas con un gran despliegue de instrumentos de medida. La explosión cartográfica que tiene lugar en Europa entre el siglo XV y el XVI, afecta tanto a los desconocidos territorios americanos como a los en principio mejor conocidos territorios europeos, donde los mejores geógrafos se suceden incorporando los avances en técnicas e instrumentos de medición, para la elaboración de mapas y planos de aéreas cercanas y conocidas, pero nunca cartografiadas con tal nivel de detalle.
Los procesos de expansión urbana son especialmente interesantes en el siglo XVI, cuando las condiciones económicas derivadas del comercio americano tienen efectos significativos sobre las estructuras urbanas medievales, físicamente limitadas por rígidas estructuras defensivas.
Podemos entender el auge de las ciudades como consecuencia de la competición por la primacía económica y social, que se refleja también en la proliferación de salas de mapas y ciudades, decorando las paredes de los más notables palacios de la nobleza europea, así como en la aparición de las primeras colecciones cartográficas y atlas de ciudades difundidas con la inestimable ayuda de la imprenta. Es el momento en que ven la luz obras de gran difusión y repercusión: como el Teatrum Orbis Terrarum y  o el Civitates Orbis Terrarum.
En este contexto, la recopilación documental y bibliográfica referida a una ciudad y su región, adquiere especial sentido en el marco de la arqueología urbana y el estudio de los procesos que influyen en la configuración y evolución de las ciudades históricas. Desde el punto de vista de la arqueología de la ciudad, las fuentes documentales gráficas - mapas, derroteros, cartas náuticas y las vistas urbanas - poseen un indudable valor como fuentes para el conocimiento del territorio en el que se sitúan los conjuntos históricos y en especial contienen valiosa información de los elementos arquitectónicos y urbanísticos poco conocidos, muy alterados o ya desaparecidos. El planeamiento municipal y las cartas de riesgo arqueológico pueden apoyarse con herramientas que vienen  a completar los datos  históricos procedentes de fuentes documentales escritas.
Por tanto, podemos afirmar que la aproximación al conocimiento de la realidad urbana en el pasado y los procesos de resignificación y reconstrucción de la memoria de los lugares, cuentan con esta herramienta objetiva que registra la memoria construida, fragmentada y acumulativa: el análisis de imágenes urbanas y descripciones cartográficas o territoriales.
La huella del tiempo materializada en los elementos patrimoniales que componen las ciudades históricas, se convierte así en la suma de estadios registrados en diferentes imágenes urbanas y territoriales a lo largo de la vida de una ciudad, configurando su particular “vida gráfica” o “biografía urbana”.

2. CARTOGRAFÍA HISTÓRICA, IMAGEN URBANA. PAISAJE Y CIUDAD
La creciente importancia de la Cartografía Histórica[3] para el análisis y estudio de los procesos de evolución urbana, ha convertido los mapas, planos y vistas de ciudades, en modelos de expresión de la realidad geográfica e ideológica en momentos concretos de la historia urbana.  Por otra parte, la historia de la cartografía urbana integra, tanto la investigación sobre los procesos históricos que han determinado las prácticas o discursos cartográficos, como la manera en la que estos han dado lugar y forma a identidades, espacios, arquitecturas, así como a instituciones, estructuras o relaciones de poder localizadas en contextos urbanos y territoriales.
Como consecuencia, este análisis transversal de la cartografía histórica y de la historia urbana, implica aportaciones de variadas disciplinas (Historia del Arte, Geografía, Historia, Urbanística, etc.), pero también son necesarias aportaciones desde otras áreas de conocimiento, que ayuden a valorar los procesos culturales en los que se enmarca la ciudad o el territorio estudiado. Estas consideraciones son especialmente determinantes para el estudio de ciertos documentos ligados a acontecimientos bélicos, religiosos o civiles.
En otras ocasiones, la comprensión de las dinámicas socioculturales del contexto geográfico y temporal, darán la clave para encuadrar, justificar y entender la utilización de ciertos documentos gráficos como instrumentos o manifestaciones de poder. Como elementos de enorme importancia militar, política y económica, los planos, mapas, cartas náuticas o vistas de ciudades, codificarán, ocultarán o manipularán datos, en aras de una difusión de la información controlada y dirigida a los intereses de los promotores de los mismos.
En este sentido, John Brian Harley es reconocido como pionero de los cambios teóricos de la historia de la cartografía contemporánea y de la cartografía crítica. Cofundador y coeditor del monumental proyecto The History of Cartography, y autor de multitud de artículos con los que se empezó a consolidar el interés académico internacional por una aproximación interdisciplinar de la historia de los mapas y de los contextos sociales, culturales, económicos y políticos en los que éstos han sido producidos.
En la actualidad, se entiende por nueva naturaleza de los mapas, ese estilo de investigación inaugurado por autores como Harley, y que según sus propias palabras[4]:
“abrió paso a una nueva epistemología cultural a la hora de hacer hablar a los mapas en torno a la idea de deconstrucción de significados de los mapas como expresiones de poder”.
“Los mapas pueden caer también en la categoría de lo que Foucault ha definido como actos de vigilancia, especialmente los relacionados con la guerra, la propaganda política, la definición de la fronteras o la preservación de la ley y el orden”.
“Lo que leemos en un mapa está tan relacionado con un mundo social invisible y con la ideología como con los fenómenos vistos y medidos en el paisaje […]. Tanto en la selectividad de sus contenidos, como en sus signos y estilos de representación, los mapas son una manera de concebir, articular y estructurar el mundo humano, que se inclina hacia, es promovido por, y ejerce una influencia sobre grupos particulares de relaciones sociales. Al aceptar tales premisas, se puede ver mejor los susceptibles que son a la manipulación por parte de los poderosos de la sociedad”.
Resulta especialmente interesante comprender que los artículos de Harley aportan nuevas consideraciones sobre los mapas, cartas náuticas, planos, corografías y vistas urbanas, entendidas desde variados puntos de vista: como símbolo, como narrativa, como retórica y como texto, aceptando que el sentido con el cual es leído el mapa no es simplemente predeterminado por el cartógrafo, y que el lector del mapa es un actor importante dentro del propio proceso de poder descrito por Harley. En ese sentido, el acercamiento al trabajo de Michel Foucault proporcionaría argumentos para interpretar los mapas como tecnologías de poder y para explicar hasta qué punto el carácter aparentemente neutro de la cartografía científica moderna imponía sus propios valores a la sociedad.
Por su parte, John Pickles, teórico de la geografía y de la cartografía, considera que el objetivo contemporáneo de la historia de la cartografía consiste en examinar como las prácticas cartográficas han modelado el mundo. En este sentido, este autor defiende que una historia de la cartografía es tanto una historia social de las ciencias y tecnologías usadas para mapear el mundo, como una teoría de las prácticas sociales y los discursos de poder desplegados en este mapeo; es una geografía crítica e histórica de los espacios cartografiados y un análisis cultural de las representaciones espaciales producidas desde las disciplinas, racionalidades e instituciones geográficas y cartográficas[5].
En la misma línea, Paul Zumthor indica acertadamente que el mapa “iconiza” el espacio, por su valor histórico, es un testimonio del pasado, en el que aparecen reflejadas concepciones intelectuales y cualidades estéticas que permiten imaginar el ingenio, el talento y la creatividad de algunos autores o protagonistas[6]. Se comprende que el enlace entre la realidad y las representaciones ofrecidas por la cartografía, la pintura o por la literatura es un proceso subjetivo, moldeado por dinámicas psico-ideológicas.
Desde esta óptica, podemos pensar que los cambios ocurridos en la estructuración formal de la pintura y del dibujo, como los ligados a la introducción de la perspectiva lineal dentro de la pintura y el diseño arquitectónico, estuvieron relacionados con el surgimiento de distintos cambios operados en las limitaciones culturales anteriores al Renacimiento. Así, grandes artistas como Brunelleschi, Piero Della Francesca y Leonis Baptista Alberti estarían unidos a los avances de la perspectiva lineal, a mediados del siglo XV[7]. Sin embargo, no sólo se trata del descubrimiento del juego entre cercanía y lejanía visual, sino del descubrimiento socio-cultural de la posibilidad de que el autor pudiera construir y jugar con un significado e interpretación de alejamiento, entre él y el espectador o lector[8].
Como vemos, el estudio del documento gráfico, presentaría barreras psicológicas y temporales entre el autor y el observador, que hacen necesaria una perspectiva diacrónica de la imagen urbana que permita valorarla en su proceso histórico local, contrastado además, con el conocimiento del encuadre histórico general y de las dinámicas socioculturales globales.  En consecuencia, tenemos por delante la necesidad de comprender el punto de contacto entre la representación, la palabra y la imagen; entre la historia, la técnica y las artes, en el momento de auge del naturalismo científico. Precisamente por esto, la investigación contemporánea sobre fuentes gráficas, contrastada con fuentes documentales históricas, y enriquecida con las aportaciones de la arqueología urbana, puede ayudar a conocer y comprender los procesos de construcción y control de territorios, así como la generación y difusión de identidades, imaginarios e ideologías que están detrás de la configuración de determinados órdenes sociales, políticos, económicos y culturales dentro de las ciudades.
Según lo expuesto, las vistas urbanas del siglo XVI - realizadas generalmente desde puntos de vista exteriores al núcleo urbano medieval – pueden ser valiosos testimonios del proceso de crecimiento de la ciudad en sus límites físicos, que permiten conocer los procesos de superación de los bordes urbanos materializados en los arrabales de extramuros.
Este imaginario ayuda a intuir el concepto de ciudad-identidad-territorio que en constante evolución, es susceptible y adaptable a los eventos y acontecimientos específicos de cada lugar y de cada momento. Canciones, poemas, descripciones geográficas e imágenes de ciudades, pueden ser entendidos como tempranos intentos de abordar el moderno concepto de caracterizar el paisaje urbano y territorial. Un paisaje, entendido como memoria colectiva heredada de la sabiduría y experiencia de las diferentes civilizaciones que lo han habitado y explotado a lo largo de la historia; o si se prefiere, como huella humana resultado de las sucesivas transformaciones a las que se somete a un medio físico, gracias a la aplicación de las tecnologías desarrolladas por cada sociedad que lo va ocupando y poniendo en producción.
De forma análoga, la catalogación de los múltiples testimonios del pasado relacionados con una región, colabora a constatar la compleja realidad en la que se encuentran inmersas nuestras ciudades históricas y sus territorios en el presente. Las nuevas tecnologías de digitalización y la organización de las bases de datos informatizadas, podrían aplicarse a las fuentes documentales con objeto de crear una plataforma virtual que integre toda la información generada a lo largo de la historia sobre un asentamiento urbano y su entorno. Se facilitaría así el acceso a las diferentes imágenes cartográficas y urbanas que ofrecen la posibilidad de estudiar el proceso de génesis, evolución y crecimiento de una ciudad histórica en diferentes momentos históricos.

Del mapa mental a la convención de símbolos
Desde los albores de la civilización, el hombre ha sentido la necesidad de construir un marco de referencia espacial que le permitiera comunicar fuentes de recursos, lugares de refugio o peligros a tener en cuenta para la supervivencia. Para ello, tuvo que desarrollar nociones espaciales relativas a distancias, direcciones o características del terreno que sirvieran para identificar lugares concretos. Poco a poco, elaboró itinerarios y mapas mentales que con el tiempo y la ayuda de la expresión gestual, la tradición oral y los primeros signos, darían lugar a una simbología capaz de sustituir mapas mentales de la realidad compleja por representaciones de la realidad del mundo, los primeros mapas del mundo.
La compresión espacial del entorno, sus elementos y su ordenación, o las referencias visuales, los límites físicos y características, tienen como rasgo común la subjetiva percepción[9] del ser humano, que reinterpreta estos estímulos externos de la naturaleza para reorganizarlos en su cerebro y plasmar el esquema sintético que permita transmitir a sus congéneres las claves para desenvolverse en el hábitat con éxito. El proceso de asimilación de la escritura, ha respetado algunos rasgos de la expresividad ideográfica, conservando elementos del entorno ambiental que representan[10]. Pero además, la generación de mapas mentales exige el manejo de nociones espaciales que preceden al ejercicio cartográfico, entendido como síntesis gráfica de la realidad física pero también simbólica.
Las diferencias culturales entre las distintas sociedades, pueden encontrarse hasta en la escala local, por lo que las informaciones contenidas en su producción cartográfica refleja la identidad y la particular visión aportada. De esta forma, la apropiación final del territorio se completa con la carga semántica de la designación del lugar mediante un topónimo. De esta forma, el modelo del lugar  es reconstruido mentalmente con las interpretaciones y simplificaciones pertinentes, sirviendo, al mismo tiempo como imagen y descripción al servicio del poder, y como expresión de los valores cívicos asociados a la vida urbana. El concepto de “veduta”, entendido como visión, implicaría idear o proyectar la imaginación. Bien podría traducirse por “vista”, simplificando su significado a percepción visual, pero supone además un ejercicio de asimilación de la realidad, síntesis y caracterización, para luego ser expresada gráficamente mediante signos o símbolos reconocibles e interpretables. Esta simbología informa sobre los procesos sociales, culturales y artísticos de la sociedad que los produce.
  
Evolución del concepto de paisaje en ciudades históricas
El Convenio Europeo del Paisaje, firmado por 18 estados europeos en Florencia en 2000 y ratificado por España en 2007, define el término paisaje como aquello que “ designa cualquier parte del territorio tal como es percibida por las poblaciones, cuyo carácter resulta de la acción de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones" (art. 1). El actual concepto de paisaje, ha ido evolucionando desde su entendimiento como escenario simbólico y reserva de esencias patrióticas de los primeros años del siglo XX, a elemento en la ordenación territorial y marco de la convivencia social durante la década de los 60. Más tarde, en los años 80, pasó a ser un indicador ecológico que finalmente se transforma en elemento de control territorial y marco vital en los años 90[11]. Durante el siglo XX, asistimos a la progresiva caracterización del citado término: un acercamiento al concepto administrativo, que integrando las distintas visiones aportadas desde variadas disciplinas, implementa, además, las políticas de protección, gestión y ordenación del medio. Como veremos, ese concepto de territorio subjetivado por la percepción, supone la construcción mental de la identidad local.
Como antecedentes del convenio de 2000, debemos recordar que en Berna en 1913, se cita por primera vez el concepto de paisaje dentro del marco de la Conferencia Internacional sobre protección de paisajes naturales. Por su parte, la Carta de Atenas de 1931, también insinuaba el término al exigir la preservación del carácter y fisionomía de las ciudades, así como sus alrededores, su vecindad o sus perspectivas pintorescas. Tras el paréntesis de las guerras mundiales, en los años 60, existen dos documentos considerados como precedentes relativos a la protección de la belleza y del carácter de los lugares y paisajes: la Recomendación de la UNESCO de 1962 y la Resolución 43/1964 del Consejo de Europa dentro de la Conferencia de Poderes Locales, relativa a la ordenación del territorio así como a la salvaguarda de la naturaleza y de los paisajes. Más tarde, la acepción se consolida en la Convención de la UNESCO sobre patrimonio mundial, natural y cultural celebrada en 1972 y la posterior Recomendación 51/1979 del Comité de Ministros del Consejo de Europa sobre la identificación y evaluación de paisajes naturales para su protección. Ya en la década de los 80, contamos con la Carta Europea de Ordenación del Territorio firmada en 1983 por la Conferencia Europea de Ministros responsables de la Ordenación del Territorio (CEMAT).
Por otro lado, la Carta Europea del Paisaje Mediterráneo, redactada en Sevilla en 1992, además de coincidir en el concepto y diagnóstico del paisaje, reconoce la implicación de las políticas de mayor incidencia en el territorio: medioambiente, agricultura, patrimonio cultural, ordenación del territorio, obras públicas, etc.[12]. Conocida como Carta de Sevilla, será adoptada en 1993 por la 3ª Conferencia de Regiones Mediterráneas, celebrada en Taormina (Italia). Se compromete a elaborar una convención de marco sobre la gestión y protección del paisaje natural y cultural de toda Europa. Ya en 1994, la Conferencia de Poderes Locales y Regionales, elabora un convenio del paisaje relativo a toda Europa, tomando como precedente la citada Carta de Sevilla.
La primera versión no jurídica del convenio saldrá de los grupos de trabajo reunidos en Sevilla en 1996 y servirá de base al futuro CEP, junto con otras recomendaciones y resoluciones del Consejo de Europa, de la UNESCO o de la Convención en materia de conservación de la naturaleza y de protección de los paisajes, adoptada por Bélgica, Holanda y Luxemburgo en 1992[13]. Finalmente en el año 2000, en el Palazzo Vecchio de Florencia, se procede a la puesta a firma del Convenio Europeo del Paisaje, recogiendo las aportaciones de los distintos textos producidos en el seno de la discusión teórica[14]. En vigor desde el 1 de marzo de 2004, este acuerdo es un instrumento jurídico, compuesto de un preámbulo, 4 capítulos, 18 artículos y un Informe explicativo (Rapport explicatif o Explanatory Report).
La fase de ratificación de este Convenio Europeo del Paisaje en nuestro país, se prolonga hasta 2007 (BOE nº 31, Febrero de 2008). Además, la política de aplicación y desarrollo posterior, cuenta desde hace algún tiempo con diversas actuaciones de la Administración General del Estado, que tratan de sensibilizar y aplicar las ideas a contextos reales. A modo de muestra de la prolífica actividad administrativa, se enumeran a continuación algunas de las actuaciones e intervenciones que apuntan en esa línea:
2003 Identificación y caracterización de paisajes: Atlas de los Paisajes de España Ministerio de Medio Ambiente.
2005 Creación del Grupo de Contacto en “Ordenación del Territorio y Paisaje” Ministerios de Medio Ambiente y Cultura – Comunidades Autónomas.
2006 Celebración en Gerona del 5º Taller del Consejo de Europa para la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje. “Objetivos de calidad paisajística: de la teoría a la práctica”. Ministerio de Medio Ambiente - Generalitat de Catalunya.
2007 Edición multilingüe del Convenio Europeo del Paisaje y de las “Orientaciones” para su puesta en práctica Ministerio de Medio Ambiente.
Inserción legislativa del CEP. Ley 42/2007 de Patrimonio Natural y Diversidad; Ley 47/2007 de Desarrollo Rural; RDL2/2008, texto refundido.
2008 Finalización del estudio La situación del paisaje en España. Líneas de intervención para el desarrollo del Convenio Europeo del Paisaje. Ministerio de Medio Ambiente – Centro de Estudios Paisaje y Territorio, Junta de Andalucía. Incluye Bases para la definición y desarrollo de las políticas de paisaje en España.
2009 Participación de España en el Comité de Patrimonio y Paisaje y en las Conferencias Internacionales del Consejo de Europa para la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje.
2010 Celebración en Córdoba del Taller del Consejo de Europa. Paisaje, Infraestructuras y Sociedad.

Paralelamente, el Memorándum de Viena de 2005, centra la atención sobre la problemática de las ciudades patrimonio mundial, como lugar donde surgen las contradicciones entre la conservación de los valores históricos y el crecimiento natural reflejo del desarrollo contemporáneo de nuestras ciudades[15]. Se trata de superar la idea de “monumento”, “conjunto” o “centro histórico”, partiendo de la idea de “paisaje histórico urbano”. Considera el perfil de la ciudad, las visuales, la topografía y la vegetación como una amalgama de condiciones específicas que dotan de carácter único al lugar, como fruto de la evolución natural de la sociedad que lo transforma. Subyace la idea de que los desarrollos contemporáneos deben evitar las discontinuidades visuales o volumétricas que afecten a la integridad de la imagen urbana.
Según el texto, para no amenazar la autenticidad de la ciudad histórica, la arquitectura contemporánea debe responder al reto de contribuir al progreso y desarrollo de nuestras ciudades sin interferir de manera negativa, integrándose en el perfil de la ciudad, potenciando estos valores visuales y actuando como catalizador de dinámicas urbanas. Esta circunstancia exige la intervención conjunta y coordinada de los diferentes agentes implicados en la ordenación territorial y la planificación urbana. Este renovado interés en los conjuntos históricos, como lugares donde se producen las tensiones entre renovación y conservación, hace cada vez más necesario el conocimiento de la evolución de los núcleos urbanos a lo largo de la historia. Para ello, son necesarias herramientas o instrumentos que permitan la identificación de los valores paisajísticos fruto de la evolución natural de estos entornos urbanos tan frágiles, herramientas que además deben servir de referencia a la hora de intervenir en las ciudades históricas.

Fernando Carlos Díaz Moreno arquitecto
TFM Vistas de ciudad y paisaje de Jerez de la Frontera en el siglo XVI
Master en Arquitectura y Patrimonio Histórico E¡Universidad de Sevilla - I.A.P.H. / J.J.A.A.


REFERENCIAS


[1] El tema es ampliamente abordado por CAPEL (2003).
[2] Véase GUARDIA et al. (1996).
[3] PORRO GUTIERREZ (2011)  p. 54-61.
[4] HARLEY (2005)  p. 61, 82, 188.
[5] PICKLES (2004)  p. 3-12.
[6] ZUMTHOR (1994).
[7] Para ampliar la cuestión es conveniente véase ELKINS (1987) p. 220-230 y TSUJI (1990)  p. 276-292.
[8] ADAMS (2002) p. 20-40.
[9] La etimología de esta palabra latina se compone del prefijo per- que denota intensidad, el sufijo –ción que significa acción y efecto y el término capere que se traduce como capturar; lo cual indica una selección de consciente de estímulos sensoriales interpretados por la inteligencia.
[10] Véase ACOSTA (2011) p. 04-11, quién también referencia a FREITAG (1980)  p. 61-63.
[11] Detallado en ZOIDO (2010)  y FLORIDO TRUJILLO. y LOZANO VALENCIA (2005) p. 57-81.
Véase también PARDO GARCÍA (2010).
[12] Carta del Paisaje Mediterráneo (Carta de Sevilla, 1992), en ARIAS ABELLÁN y FOURNEAU (1998) p. 333-337.        
[13] Un interesante antecedente de este concepto puede encontrarse en HILDENBRAND (1995).
[14] Recueil … (2003) 225 p.
[15] Patrimonio Mundial y Arquitectura Contemporánea. Gestionando el Paisaje Urbano Histórico, Conferencia Internacional patrocinada por la UNESCO, con la presencia de más de 600 expertos profesionales de 55 países, con la idea de conjugar la conservación del Patrimonio Histórico con los nuevos desarrollos urbanos, de tal forma que se garantice la integridad del paisaje basándose en los modelos históricos, el estilo de construcción y el contexto.


CIUDAD Y PAISAJE DE JEREZ DE LA FRONTERA EN EL S.XVI.

INTERPRETACIÓN DE VISTAS URBANAS DE ÉPOCA MODERNA.
Fernando C. Díaz Moreno. Arquitecto y Máster en Arquitectura y Patrimonio Histórico
RESUMEN
Este artículo evalúa dos retratos urbanos de Jerez de la Frontera, como fuentes de información sobre el espacio urbano y el entorno territorial jerezano en el siglo XVI. El grabado titulado Xerez de la Frontera, publicado en 1575 en el Civitates Orbis Terrarum, está basado en un dibujo de la mano de Jooris Hoefnagel fechado en 1565. En 1567, Anton van den Wyngaerde realizó una serie de apuntes ad vivum como dibujos preparatorios para la composición de otra vista de Jerez.
A pesar del origen holandés común y la coincidencia temporal, estas representaciones presentan diferencias en cuanto a finalidad, técnica, composición, punto de vista o verosimilitud. Como se verá, una vez analizado y contextualizado, el retrato urbano supone una herramienta complementaria a las aportaciones procedentes de las variadas disciplinas implicadas en la interpretación del pasado urbano de ciudades históricas.
Palabras Clave: Análisis gráfico, vistas urbanas, arquitectura, urbanismo, Renacimiento.
UNA DESCRIPCIÓN ESCENOGRÁFICA DESDE EL CAMINO A CÁDIZ Y LOS PUERTOS.



Fig. 1 Xeres de la Frontera Hoefnagel, 1565. Edición Civitates (…) Tomo II, 1575.
Este grabado fue publicado en Amberes en 1575 junto a la vista de Conil de la Frontera, dentro del segundo tomo de la colección de seis volúmenes titulada Civitates Orbis Terrarum (1572-1617), que llegaría a reunir 546 imágenes de ciudades de todo el mundo. La obra fue editada por Georg Braun y Franz Hogenberg, asistidos por Abraham Ortelius, responsable del atlas mundial Teatrum Orbis Terrarum (1570). El comerciante y banquero holandés J. Hoefnagel (1542-1600) realizó una serie de vistas de ciudades durante su viaje por España entre 1563-67.
Dibujada desde el camino a Cádiz y los puertos, la vista se compone de tres planos. En primer término, muestra tres escenas: en el centro, una dama y un caballero pasean luciendo la moda de la época; a la izquierda, dos jinetes galopan escenificando los juegos de cañas; y a la derecha, una recua de mulas se dirige hacia Jerez guiada por dos arrieros y seguida de un mozo que acarrea un pesado odre. En segundo plano, se extienden las suaves colinas de viñedos y algunas edificaciones dispersas, en torno a la ermita de Guía (L) y la fuente de la Alcubilla (M). Como telón de fondo, las murallas de Jerez, detallando el alzado urbano y la cornisa natural suroeste, desde el Alcázar hasta la Puerta de Rota.
En la parte derecha, algunas casas conforman un arrabal junto a la muralla del alcázar, el barrio de San Miguel (O), del que no reproduce su parroquia. Del Alcázar se reconocen tres torres, la octogonal Torre del Oro (A), la Rebajada (B) y la de Ponce de León (C).
Tras la muralla urbana, se dibuja la parroquia de San Dionisio, acompañada de la Torre de la Atalaya (D). En el perfil urbano emerge la torre-campanario de la iglesia mayor, rotulada como S. Salvador (E). Este hito urbano del paisaje urbano jerezano marca el inicio de la vaguada conocida como arroyo de curtidores que, procedente de la Puerta de Sevilla en el lienzo opuesto, atraviesa las colaciones de San Dionisio y San Marcos (F) - destacada en el perfil urbano con su nave única y cubierta sinuosa -, hasta salir por la Puerta el Arroyo. Este acceso, también conocido como postigo del Agua - en funcionamiento desde 1500, según fuentes historiográficas -, no se representa en el grabado, pero sí se insinúa el deterioro de esta parte de la muralla como consecuencia de filtraciones de agua hacia esa zona más baja de la orografía. El único acceso representado es la Puerta de Rota (K), de aspecto también ruinoso. Algunas zonas presentan restos de la barbacana o antemuro, y cubiertas góticas de tipo chapitel rematando algunas de las torres que separan los lienzos de la muralla urbana.
En la parte izquierda, se destacan tres parroquias: San Lucas (H) - acompañada por otra torre con remate gótico, quizá la del Palacio de Ponce de León -, San Juan de los Caballeros (G), y San Mateo (I). Además del barrio de San Miguel y las edificaciones dispersas junto a la ermita de Guía, en esta zona sur de la periferia urbana, se representa otro arrabal en el actual barrio de Picadueñas (J). Este asentamiento extramuros - apenas documentado por la historiografía local en fechas tan tempranas -, se muestra aparentemente consolidado ya en este momento.
En el Civitates y su reedición posterior de Johannes Janssonius, Theatrum Hispaniae Urbes (1657), la vista de Jerez se completó con textos sobre su historia, actividades económicas y costumbres locales. El carácter didáctico de este grabado responde al auge geográfico posterior a la época de las grandes exploraciones. Sin duda, la imprenta ayudó a difundir por todo el mundo la imagen de la ciudad jerezana unida a dos invariantes de su identidad local: sus afamados vinos y su excepcional tradición en la cría y doma de caballos.
UNA DESCRIPCIÓN NATURALISTA DESDE EL CAMINO DE SEVILLA.
Fig. 2  Xeres de la Frontiera. Dibujo Final (DF Viena 13).


Fig. 3 Xeres de la Frontiera. Dibujo Preparatorio de Conjunto 1 (DPC Londres 10).
Fig. 4 Xeres de la Frontiera. Dibujo Preparatorio de Conjunto 2 (DPC Viena 22).
Fig. 5 Landschap van Xeres. Dibujo Parcial  (DP Viena 22).
Fig. 6 Arenael de Xeres. Estudio de Detalle  (ED Viena 22).
La colección de dibujos de ciudades españolas realizados entre 1562-76 por Anton van den Wyngaerde (1), se conserva actualmente dispersa por distintas instituciones europeas (2). Se conocen tres dibujos de Wyngaerde sobre Jerez realizados hacia 1567: el Dibujo Final (DF Viena 13) y el Dibujo Preparatorio de Conjunto nº2 (DPC Viena 22), ambos localizados en la National Bibliothek de Viena; y por otro lado, el Dibujo Preparatorio de Conjunto nº1 (DPC Londres 10), custodiado en el Victoria and Albert Museum de Londres .
Analizados por De los Ríos (3) como fuente documental para el conocimiento de la arquitectura y el urbanismo de Jerez en el siglo XVII, también fueron estudiados por Romero Bejarano (4), para conocer la arquitectura militar de Jerez en el siglo XVI. Recientemente, también se ha considerado como fuente de información para la reconstrucción virtual del sistema defensivo islámico por parte de González Rodríguez y Aguilar Moya (5). Sin embargo, es necesario analizar las vistas en su contexto urbano completo y contextualizarlos en el marco cronológico del momento de producción de los dibujos.
El análisis de estos detallados dibujos, parte de la identificación de los hitos visuales reflejados en la leyenda, así como de los elementos urbanos reconocibles pero no reseñados en la misma. La comparativa secuenciada de los apuntes del natural para los diferentes planos de la composición final DF Viena 13 (Fig. 2), permite además plantear una hipótesis del proceso de trabajo del artista (6):
-DPC Londres 10 (Fig. 3), desde algún punto elevado del Llano de San Sebastián mirando a la Puerta de Sevilla para el primer plano.
-DPC Viena 22 (Fig. 4), desde la cubierta de la parroquia de San Marcos (7), para la parte central.
-DP Viena 22 (Fig. 5), desde el Alcázar o San Miguel, mirando a la sierra de San Cristóbal para el fondo del dibujo final.
-ED Viena 22 (Fig. 6), un estudio de detalle de la fiesta celebrada en la Plaza del Arenal, con valiosos detalles sobre la sociedad jerezana de la época.
Los dibujos preparatorios y apuntes parciales componen un recorrido de escalas: desde la descripción territorial del dibujo Landschap van Xeres (DP Viena 22), hasta la visión a escala humana del apunte Arenael de Xeres (ED Viena 22), donde refleja aspectos sociales y costumbres locales. El Dibujo Final DF Viena 13 (Fig. 2), sintetiza en una vista general de la ciudad - con ciertas licencias compositivas que mejorarían la comprensión del dibujo -, la información parcial recogida en los dibujos preliminares.
Desde una posición cercana a la del dibujo preparatorio DPC Londres 10 (Fig. 3), en el dibujo final el autor eleva el punto de vista e inclina el plano horizontal para lograr profundidad y mejorar la comprensión de la trama urbana.  La sencilla línea a plumilla incorpora además el color, en una sencilla paleta de azules, verdes, sepias y ocres; caracterizando las tonalidades del valle del Guadalete, las amplias zonas cultivadas de la campiña, así como las huertas y jardines que rodean la ciudad. En la esquina inferior izquierda, se ubica la leyenda explicativa con clave alfanumérica. Finalmente, en la parte superior y en el centro, se sitúa el nombre de la ciudad retratada: Xeres de la Frontiera (sic.).
El nivel de detalle a la hora de representar los diferentes elementos urbanos tiene como resultado una imagen realista; si bien, el dibujante se permite algunas concesiones a la veracidad del dibujo. Esto no significa que se descarten las versiones finales como fuentes fidedignas, sino más bien a considerar las vistas preparatorias como menos manipuladas y por tanto más fiables, pues en ellas se lleva a cabo el riguroso análisis de los elementos incluidos en la composición de la imagen final.
El Dibujo Final Viena 13 (Fig. 2), se divide en tres planos de profundidad, delimitados entre sí por el lienzo noreste de la muralla - presentado como fachada urbana desde el camino de Sevilla -, y el lienzo suroeste con la silueta urbana recortada contra el paisaje natural del fondo.
En un primer término, se ofrece una amplia panorámica del conjunto urbano desde un montículo al noreste de la ciudad, donde dos personajes conversan mientras uno de ellos toma apuntes, junto al símbolo en forma de cruz orientada a los puntos cardinales: Meridión, Septentrión, Poniente y Levante. A los pies de este promontorio, una serie de tapias, muros con merlones y edificaciones con cubiertas inclinadas configuran un espacio no edificado, donde se describe una animada escena urbana. Destacan entre los personajes dibujados: jinetes, carretas, porteadores y peatones que recorren el lugar destinado a las ferias francas de ganado: el Llano de San Sebastián, topónimo heredado del hospital homónimo, situado en la agrupación del centro de la vista y reconocible sólo por la espadaña. Allí localiza la leyenda San Sebastián-San Juan de Letrán (N) - no referenciada en el dibujo final, pero descrita en la leyenda del DPC Londres 10 (K, DPC Londres 10, Fig. 3). En la parte derecha de este vacío urbano, destacan: una cruz exenta, algunas edificaciones semiderruidas y un pórtico de arcos de medio punto. En la parte izquierda, se localiza el Convento de Santo Domingo el Real (M), viviendas con huertas y jardines de exuberante vegetación, campos de cultivo con labradores y animales, y torres de mayor altura, en ocasiones rematadas con merlones o logias a modo de mirador. La presencia de color evidencia el contraste de la trama urbana periférica respecto al conjunto intramuros, cuya alta densidad hará puntual la aparición de los tonos verdes.
En el segundo plano de la vista se aprecia el recinto urbano amurallado, rodeado por una calle perimetral consolidada por los arrabales de San Miguel a la izquierda y de Santiago a la derecha. La Parroquia de Santiago (L) sobresale tras la muralla en la parte derecha de la vista junto a la puerta homónima, en la salida de la ciudad hacia Trebujena, Lebrija y el actual despoblado de Asta.
En el arrabal de Santiago, se percibe la rica vegetación de las huertas y jardines de las casas, con presencia de algunas torres de perfil almenado. En esta zona se distingue un montículo - coloreado con ocres y marrones -, con el texto moledar (sic.), referido al muladar de Santiago, bien documentado por la historiografía local. También en esta parte derecha del dibujo, destaca el Convento de la Merced (K), situado en el límite de la cornisa natural que desciende hacia los caminos de los puertos: El Puerto de Santa María, Rota y Sanlúcar.
Ya en la parte izquierda del dibujo sobresalen del perfil urbano la parroquia de San Miguel (Y), dominando el extenso arrabal homónimo, y el Convento de Madre de Dios (2), sobre una colina al inicio de la cuesta de San Telmo que baja hacia El Portal (1), ya en el valle del río Guadalete (10). En este arrabal de San Miguel, dos hitos más del paisaje urbano - Conventos de la Vera Cruz (3) y de San Francisco (Z) -, destacan entre un caserío extenso, compacto, y con menor presencia de vegetación.
En el centro del dibujo, aparece la imponente muralla de Jerez, provista de torres dispuestas a tramos irregulares, y franqueada únicamente en las puertas de la ciudad. Frente a los dos personajes que observan la escena urbana, se dibuja la Puerta de Sevilla (4), con una renovada fachada de estilo renacentista.
En la parte derecha de la muralla, muy cerca de la torre octogonal del vértice norte del encintado urbano, se dibuja la Puerta de Santiago (T), junto a la parroquia y el arrabal de mismo nombre. En el lienzo opuesto al de la Puerta de Sevilla, se localizan otros dos accesos al recinto amurallado: en alto, la Puerta de Rota (S), tras la que observamos otro montículo con el texto de muladar; y en la parte más baja del sistema defensivo,  - en el desagüe natural del arroyo de curtidores -, el Postigo del Agua (α), donde se señalan la fuente de la Alcubilla (fonte), Ermita de Guía (5), y los caminos de los puertos, (camino del Port y de San Lucar) al fondo del dibujo.
En la parte izquierda de la muralla, se representan la Puerta del Real (R) y la Plaza del Arenal (V), con la Casa del Corregidor (P), el Rastro (Q) y la Parroquia del Pilar (O). Junto a los anteriores encontramos el Alcázar (X) - estructura militar de defensa y residencia palaciega -, defendida de la ciudad por un tramo de muralla. Los informes de reconocimiento efectuados por el Cabildo en el s. XVI, confirman que esta estructura militar se encontraría en desuso y bastante deteriorado.
El recinto interior a la muralla, presenta numerosos edificios considerados por el autor como hitos visuales y representativos de la identidad urbana, predominando los de uso religioso. No obstante, se presenta la Plaza de los Escribanos (D) como escenario urbano presidido por el escudo imperial, donde se exhiben diferentes poderes municipales: cívico con el Cabildo Viejo y la Torre de La Atalaya, adosada a la parroquia de San Dionisio (B) como imagen del poder religioso, y judicial con la cárcel señalada como Alçacara (sic.) (C).
Muy cerca del Postigo del Agua (α), se concentran tres elementos urbanos de carácter religioso: la Iglesia Mayor de San Salvador (A) - en su aspecto antes de ser sustituido por la actual catedral: ábside y capilla poligonal, nave con cubierta a dos aguas y la torre-campanario conservada -; la parroquia de San Marcos (E), en una posición girada respecto al punto de vista con su característica cubierta sinuosa; y finalmente, el Convento del Espíritu Santo (F).
Ya en la parte derecha del conjunto intramuros, destacan otros edificios religiosos - la parroquia de San Lucas (G); tras ella, San Mateo (H), ambas con sendas torres góticas; y San Juan de los Caballeros (I),  situado a la altura del Convento de la Merced (K): y una torre con chapitel piramidal, identificada en el DPC Viena 22 (Fig. 4) como Palacio de Ponce de León (m, DPC Viena 22).
Por último, en el tercer término se describe el paisaje del entorno territorial, comenzando a la izquierda con el río Guadalete (10) y el embarcadero de El Portal (1) y la sierra de Cádiz como línea del horizonte; en el centro, la campiña de colinas alomadas con el camino de El Puerto subiendo hacia la sierra de San Cristóbal (6); y a la derecha, los caminos de Rota y Sanlúcar, hacia la costa atlántica.
CONCLUSIONES
Las sinergias entre ciudad y paisaje pueden rastrearse en las fuentes documentales gráficas con objeto de interpretar y conocer la historia urbana y territorial. Para ello se deben considerar el contexto histórico-cultural y los recursos desarrollados en la construcción gráfica (8).  
Las vistas urbanas elaboradas por Hoefnagel y Wyngaerde muestran valiosos testimonios gráficos de las ciudades visitadas durante sus viajes por la península ibérica en la década de 1560. Estas descripciones del paisaje urbano y territorial del quinientos - a medio camino entre el naturalismo científico y las composiciones artísticas -, pueden ayudar a conocer la arquitectura y el urbanismo de las ciudades, así como la sociedad, la economía y los procesos de transformación de sus entornos territoriales. Sin embargo, para la interpretación de este tipo de fuentes documentales gráficas, es fundamental contextualizar autores y documentos, así como contrastar los datos inferidos con la historiografía y la arqueología de la ciudad.
REFERENCIAS
1 Véase KAGAN, R. L. Ciudades del Siglo de Oro. Las vistas españolas de Anton van den Wyngaerde, Madrid, 2008, pp.375-399.
2 Véase GALERA I MONEGAL, M. Antoon van den Wijngaerde, pintor de ciudades y hechos de armas en la Europa del Quinientos. Barcelona, 1998, pp.63-68.
3 RÍOS MARTÍNEZ, E. Antón Martín Calafate y Diego Moreno Meléndez en la Arquitectura Jerezana del Siglo XVII, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz y Sevilla. 2003, pp.357.
4 ROMERO BEJARANO, M. Santas cosas son llamadas los muros. La Arquitectura Militar en Jerez durante el Siglo XVI. Jerez de la Frontera, 2008, pp.270.
5 GÓNZALEZ RODRÍGUEZ, R. y AGUILAR MOYA, L. El sistema defensivo islámico de Jerez de la Frontera. Fuentes para su reconstrucción virtual. Estudios Andalusíes-8, 2011, pp.169.
6 Véase GÁMIZ GORDO, A. Alhambra. Imágenes de ciudad y paisaje (hasta 1800). Granada, 2008, pp.59-75.
7 Véase GUERRERO VEGA, J. M. Arquitectura y urbanismo de Jerez de la Frontera a través de sus imágenes del siglo XVI. Inédito.
8 Véase MOSQUERA ADELL, E. La cartografía de las ciudades históricas: entre la realidad y el proyecto, Revista PH 77 Monográfico, Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, 2011, pp.68-73.